“Ahora soy esta Daniela, estoy feliz y lo que me importa es que estoy viva”, dice una mujer que sabe que la diferencia entre muerte y suerte es la primera letra; una mujer a la que no le agobia su cambio de imagen, pese a que por muchos años fue “la del pelo largo” y que se negó a usar una peluca para ocultar la ausencia de cabello que le dejó someterse a 15 quimioterapias y a 30 radioterapias.
“Tengo 150 en mi casa y no voy a usar (le dijo a su médico) porque también quiero que las mujeres se sientan dignas cuando me vean, me vieron pelona en muchos lugares. Ahora los jóvenes y hasta las mujeres se rapan porque es muy cool, pero ven a una mujer calva y dicen: ‘pobrecita, tiene cáncer’ y lo que nunca quieres en la vida es causar lástima.
“Nos deberían poner alfombra roja y aplaudir que pudimos pasarla y llegar al sitio donde teníamos que llegar; hay que dignificar esas cosas y que no sea tan importante tu aspecto físico; todos los que pasamos por la enfermedad sabemos que te va a a pasar todo eso y ahí no reside la belleza, sino en tu fortaleza y vitalidad, tu actitud para la vida y para enfrentar algo que te es totalmente ajeno”.
Ahora Daniela quiere tomarse las cosas con calma y hacer todo a su tiempo y ritmo. “Aprecias las cosas de un modo diferente, el día que vuelves a comer y algo te sabe... Yo quería comer para estar fuerte y era un sacrificio, porque no me gusta lo dulce y les decía que me hicieran agua de jamaica o limón y azúcar para calmar las náuseas, y comía helado y cosas que no me gustan porque era lo único que confortaba el sabor a fierro que tenía en la boca de día y de noche, era una cosa horrible”.
También tuvo dolor y mucho, reconoce, pero aguantó porque “quería que todo mundo estuviera contento”.
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Dieguito.