El 18 de setiembre de 1971 los uruguayos perdían el Estudio Auditorio del Sodre, que era arrasado por un voraz incendio. En el predio había funcionado hasta 1931 el lujoso Teatro Urquiza. Por ambos escenarios pasaron estrellas de la talla de Enrico Carusso, Lola Membrives o Arturo Rubinstein.
La esquina Mercedes y Andes fue siempre un lugar identificado con la música. Desde 1890 y hasta 1902 funcionó el llamado Teatro de Verano, luego fue derribado para comenzar la construcción del Teatro Urquiza, que se inauguró en 1905. A partir de 1931 fue adquirido por el Estado uruguayo y se convirtió en el Estudio Auditorio del Sodre, hasta que el fuego lo destruyó, hace treinta años, cuando caía la primaveral tarde del 18 de setiembre de 1971.
Por su viejo escenario, como Urquiza o Sodre, los montevideanos vieron desfilar a los más elevados exponentes del canto y de la música. Allí el 16 de agosto de 1916 cantaron, por primera y única vez juntos en el mundo, los dos tenores más importantes que a nivel internacional tenía la ópera: Tita Ruffo y Enrico Caruso. Hicieron “I Pagliacci” y un afiche emplazado en el teatro evocaba ese acontecimiento. Otros cantantes destacados fueron Lily Pons, Beniamino Gigli, concertistas como Pablo Casals, Arturo Rubinstein, la compañía de ballet “Jouvet” y la eximia Ana Pavlova, actores de la escena internacional entre las que se destacan Lola Membrives, Eleonora Duse, María Guerrero, el bufo argentino Florencio Parravicini, dentro de una larga nómina, entregaron su arte y su talento a consecuentes espectadores que disfrutaron de veladas inolvidables.
La tarde del siniestro
Montevideo vivía una serena tarde de sábado despejado y bastante caluroso, que era un adelanto de la primavera que llegaba, cuando la paz y tranquilidad comenzó a alterarse en el centro con inconfundibles ruidos de sirenas, delatando con su sonido persistente que algo estaba sucediendo.
El incendio fue detectado a las 17.05, por los cuidadores de la Escuela de Opera “ante un ruido que sintieron como de fuerte lluvia”, según uno de los que vivieron la tragedia. Fueron ellos quienes avisaron de lo que estaba sucediendo al director de la Orquesta del Sodre, Hugo López, quien, sobre una de las dependencias de la calle Mercedes, ensayaba, con el elenco musical, “Un ballo in Maschera”, que era uno de los próximos títulos programados para la temporada 1971.
Los primeros esfuerzos de los bomberos se concentraron en aislar la zona del escenario,el lugar donde se había iniciado el fuego y la platea, que finalmente quedó totalmente destruida.
El vetusto techo del edificio cayó estrepitosamente sobre un mar de llamas, el incendio parecía tornarse imparable, y a esa altura los bomberos habían perdido toda esperanza de salvar la sala y concentraban todos sus esfuerzos en preservar del fuego las dependencias contiguas donde se encontraban los estudios de las emisoras oficiales de radio, la cinemateca, la discoteca, el archivo de cintas magnetofónicas y la protección de las fincas y edificios linderos.
Crónicas de la época manifestaban que los trabajos de protección y aislamiento de todo el valioso material allí existente se cumplió con total éxito, ya que las llamas no afectaron esa documentación, al igual que las viviendas vecinas.
El viejo teatro era un edificio con fachada nueva de hormigón y vidrio construida a mediados de los años cincuenta como parte de algunas innovaciones que sólo quedaron en el proyecto, pero su interior era un tubo de madera, con instalaciones, a excepción de algunas pocas, que en su mayoría eran muy inflamables.
Todos al rescate
El director Nacional de Bomberos, mayor inspector Donato Larrosa, dirigió todas las acciones comandando un cuerpo de cuarenta hombres, el apoyo de cuatro coches autobombas, una escalera mecánica y coches de emergencia.
Los escasos funcionarios que se encontraban en el edificio junto a los músicos allí presentes iniciaron el rescate del archivo musical, formando una especie de cadena humana, para sacar los manuscritos que abarcaban una valiosa colección de partituras entre las que se encontraban la totalidad de los autores uruguayos, muchas de las cuales no tenían copia. También rescataron infinidad de partituras de orquesta que formaban parte del testimonio y de la historia de todo lo que musicalmente se ejecutó en la sala. Luego fueron obligados a retirarse por los bomberos.
Pasadas las 20 horas, y cuando el siniestro se consideraba dominado, los músicos del Sodre fueron autorizados a entrar al edificio por una puerta lateral de la calle Mercedes a efectos de retirar todos aquellos instrumentos que no fueron afectados por las llamas.
Entre los instrumentos salvados se encontraban un clavecín y una viola Guarnerio, cuyo valor se estimaba en quince mil dólares cada pieza. También un corno inglés, cuya construcción ya no se hace, que su propietario, un músico italiano de apellido Groppi, que en ese momento integraba los cuadros del Sodre, estimaba en alrededor de veinte mil dólares. Se perdieron dos pianos de cola, de los cinco que había en nuestro país, los timbales y un viejo arpa.
Unos días después del siniestro, la Dirección de Bomberos manifestó que el incendio se había originado por razones fortuitas, ya que todo se inició en los tableros que contenían los vetustos sistemas de electricidad y, de esa forma, disiparon las dudas sobre algún tipo de atentado.
El dolor de lo perdido
A medida que empezó a correrse la noticia del siniestro, se fueron acercando a los alrededores de Andes y Mercedes artistas que en diferentes disciplinas actuaron en su escenario, que miraban con ojos de asombro y espanto la destrucción del edificio, junto a personalidades del teatro nacional, funcionarios de la institución y el arquitecto Fagget Fabini, quien ocupaba en ese momento la presidencia del Sodre.
También estuvieron autoridades de gobierno, entre las que se destacaba el ministro de Cultura Pedro W. Cersósimo, quien conversó con artistas, funcionarios, directivos y manifestó a la prensa: “El Sodre no puede dejar de funcionar. El Ministerio tomará todas las medidas necesarias para asistirlo económicamente”.
Las pérdidas totales se calcularon en 100 millones de la época, que podemos estimar en unos cinco millones de dólares, al cambio de hoy, pero sus valores intrínsecos, emocionales e históricos no se podrán medir nunca.
Al otro día del incendio se formó una comisión de apoyo que contó con la presencia de varias personalidades culturales de la época y entre los proyectos que se discutieron se encontraba la expropiación del Teatro Artigas, en la esquina de Andes y Colonia, que por esos años se había convertido en sala de cine. *
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